La ciudad de Buenos Aires se pone muy graciosa los días de lluvia. Todas las baldosas flojas se identifican luego de que un charco escondido nos manche integro, o cuasi, el pantalón. Y que ni hablar de las medias, que a partir que se pone un pie en la vereda ya se mojaron, por mas bota, zapato o zapatilla que tengamos puesta.
No todo el mundo sabe andar con paraguas por la calle. La circulación de los paraguas a veces no tiene lógica ni sentido. Entendiendo que el habitante de esta bella ciudad gris, más que nunca en los días de lluvia, se pone como hormiga en hormiguero siendo atacado por niños con globitos de agua; se intenta comprender el porqué de las encrucijadas de los paraguas: tamaños a veces, inmensos y a veces, muy pequeños, la posición en la que se los lleva y demás. También hay que tener en cuenta que estos aparatejos no son muy fáciles de manejar. Sin embargo, hay que agregar otro punto importante: la evación de los colgados, esos locos lindos que no agarramos paraguas.
Puede estar avisándose la peor tormenta de la historia desde hace semanas, meses, o días, o incluso el gordito simpático meteorólogo del noticiero de la mañana nos lo dice, jurándolo sobre la Biblia, el Corán, y un par de esferas del Dragón. Las razones de no agarrar el paraguas pueden ser varias: el escepticismo que rodea nuestros días y que nos hace descreer desde el sistema financiero, hasta el encargado del edificio, pasando por papa Noel , y obvio que no queda exento el señor meteorólogo; además, podríamos pensar en una confianza a la extensión de todos los límites, el pensamiento de que “si, puede llover, pero el otro día dijeron que iba a llover, y minga, no llovió nada, asique no llevo paraguas” ; o por ultimo pensar en que si, básicamente vivimos colgados de una palmera y tratamos de encontrarle placer cuasipoético al olvido repentino del paraguas que termina cuando saltamos como niños a un charco y se nos mojan hasta los pelos mas ocultos de nuestra piel.
Uniendo estos sujetos, con una pisca del espacio antes presentado de ciudad con una infraestructura atada con alambre, todo juntito adentro del bowl de situación hormiguero colapsado por la familia de “querida, encogi a los niños”, en un lapso que dure, como mínimo toda la tarde, obtendremos un hermoso quilombo, al cual para darle un toque de color lo podemos adornar con bocinas, gritos, corridas y unas cuantas heridas menores.
En el medio de todo eso, me encontraba yo. Y en esos momentos quisiera poder jugar a los Sims con el mundo, y ponerlos en libre albeldrío y mirar. Bien podría haber dicho ser Dios, pero no se bien que tiene que hacer Dios, y no me quiero llenar de responsabilidades que no me interesan. O quizás con un balcón alto me alcanzaría. En fin, me gustaría verlo desde las alturas para poder notar a gran escala el mal manejo y conducción del paraguas.
Hay varias situaciones que se dan a las cuales quisiera dar mi respuesta o mi punto de vista : 1) “Uy, llueve, que bien que traje mi SOMBRILLA GIGANTE DEL VERANO DEL ’90 EN MARDELPLATA .Si, que buen paraguas,bien por vos, la pegaste, por 180 pesitos podes transportar como mochilas a aproximadamente 10 personas a la redonda. En ese caso que tenes una carpa transportable, te pido que porfas, no ocupes los pocos espacios que tiene la vereda, que no se te ocurra ir por Av. Santa fe, apurado y queriendo chocar a todo el que se te cruza, sin siquiera mirarlo a la cara, porque es tan top tu sombrilla que tiene una especie de vidrio blindado. Toma caminos alternativos, o pega un saltito y salí volando, Mary Poppins.
No todo el mundo sabe andar con paraguas por la calle. La circulación de los paraguas a veces no tiene lógica ni sentido. Entendiendo que el habitante de esta bella ciudad gris, más que nunca en los días de lluvia, se pone como hormiga en hormiguero siendo atacado por niños con globitos de agua; se intenta comprender el porqué de las encrucijadas de los paraguas: tamaños a veces, inmensos y a veces, muy pequeños, la posición en la que se los lleva y demás. También hay que tener en cuenta que estos aparatejos no son muy fáciles de manejar. Sin embargo, hay que agregar otro punto importante: la evación de los colgados, esos locos lindos que no agarramos paraguas.
Puede estar avisándose la peor tormenta de la historia desde hace semanas, meses, o días, o incluso el gordito simpático meteorólogo del noticiero de la mañana nos lo dice, jurándolo sobre la Biblia, el Corán, y un par de esferas del Dragón. Las razones de no agarrar el paraguas pueden ser varias: el escepticismo que rodea nuestros días y que nos hace descreer desde el sistema financiero, hasta el encargado del edificio, pasando por papa Noel , y obvio que no queda exento el señor meteorólogo; además, podríamos pensar en una confianza a la extensión de todos los límites, el pensamiento de que “si, puede llover, pero el otro día dijeron que iba a llover, y minga, no llovió nada, asique no llevo paraguas” ; o por ultimo pensar en que si, básicamente vivimos colgados de una palmera y tratamos de encontrarle placer cuasipoético al olvido repentino del paraguas que termina cuando saltamos como niños a un charco y se nos mojan hasta los pelos mas ocultos de nuestra piel.
Uniendo estos sujetos, con una pisca del espacio antes presentado de ciudad con una infraestructura atada con alambre, todo juntito adentro del bowl de situación hormiguero colapsado por la familia de “querida, encogi a los niños”, en un lapso que dure, como mínimo toda la tarde, obtendremos un hermoso quilombo, al cual para darle un toque de color lo podemos adornar con bocinas, gritos, corridas y unas cuantas heridas menores.
En el medio de todo eso, me encontraba yo. Y en esos momentos quisiera poder jugar a los Sims con el mundo, y ponerlos en libre albeldrío y mirar. Bien podría haber dicho ser Dios, pero no se bien que tiene que hacer Dios, y no me quiero llenar de responsabilidades que no me interesan. O quizás con un balcón alto me alcanzaría. En fin, me gustaría verlo desde las alturas para poder notar a gran escala el mal manejo y conducción del paraguas.
Hay varias situaciones que se dan a las cuales quisiera dar mi respuesta o mi punto de vista : 1) “Uy, llueve, que bien que traje mi SOMBRILLA GIGANTE DEL VERANO DEL ’90 EN MARDELPLATA .Si, que buen paraguas,bien por vos, la pegaste, por 180 pesitos podes transportar como mochilas a aproximadamente 10 personas a la redonda. En ese caso que tenes una carpa transportable, te pido que porfas, no ocupes los pocos espacios que tiene la vereda, que no se te ocurra ir por Av. Santa fe, apurado y queriendo chocar a todo el que se te cruza, sin siquiera mirarlo a la cara, porque es tan top tu sombrilla que tiene una especie de vidrio blindado. Toma caminos alternativos, o pega un saltito y salí volando, Mary Poppins.
2) “Uy llueve, que bien que traje paraguas, igualmente voy a ir debajo de los balcones, así le tapo todo el camino al pobre gil o gila que se lo olvido, como se olvidaría la cabeza si no la tuviera atornillada.” A la horca. Si tenés paraguas podes ir por otro lado que no sea el único refugio de las gotas gigantes y frias que torturan al otro pancho que se lo olvido. Un poco de solidaridad. Pensá en algún perro triste y mojado si necesitas más compasión.
3) “Uy, llueve, y yo como buen boludo me olvide el paraguas.” Empieza la travesía querido amigo. Si hay bolsas en tu alrededor, a las medias directo. Cuidado con las baldosas flojas y con los estúpidos robarefuigios que tienen paraguas, ni hablar de los que llevan sombrillas. Ojo con el arranque y /o mutilación de ojo propio o ajeno por una mala maniobra. Todo momento de acercamiento y despiste de un paragüero es momento aprovechable para robarle espacio cobertor por el mayor tiempo posible, hasta la mirada inquisidora no dejes de cubrirte.
