Paso a paso, botón por botón.
En el
colectivo me cosquillea el pantalón y si bajo de un saltito, cuando bajo de un
saltito, los cordones se desenredan y andan libres.
Y bailan, bailan una danza con el mismo contoneo que le dan mis
pies. El mismo que le roban a mi cadera.
No se sabe
quien dibuja los bordes y el viento juega para confundirme más.
Y si, de repente, soplaría como cuando sopla y acaricia, todo iría más allá sin importar quien esté mirando.